Madrugar
para irse de vacaciones es un clásico que hasta me gusta, esto ya viene sucediendo
habitualmente y esta vez para irnos a Budapest, capital de Hungría, no iba a ser menos. 6:50 vuelo directo y
llegada a Budapest con frío moderado a disfrutar de una ciudad cargada de
historia.
Taxi
hasta el hotel 22 euros, el hotel cogido por Voyage Privè, Brody Apartments, un
hotel boutique precioso, con unos apartamentos completos, céntricos y
acogedores.
Como
era media mañana nos lanzamos a pasear hasta el parlamento, donde si no tienes
reserva previa es bastante difícil lograr entrar, son todo visitas guiadas en
diversos idiomas, así que las sacamos online para poder ir en otra mañana más
tranquilamente.
Del
Parlamento fuimos paseando por la linde del río, y nuestra parada fue
impresionante, por un lado la inmensidad del Danubio, por otro la crudeza de
los recuerdos de una historia de dolor y guerra, ‘Zapatos en el Danubio’ esa
espectacular obra que nos recuerda un terrorífico pasado.
Seguimos
caminando hasta, esto de tener ahora en todas partes internet ayuda mucho,
comer a un lugar típico muy céntrico y bien de precio: Hung(a)ry , nuestras
primeras cervezas y nuestro rico Gulash para entrar en calor.
De
allí, y aunque hacía frío, nos decidimos a callejear entre puestos navideños,
coros cantando villancicos y olor a vino caliente. Llegamos al Café Gerbeaud,
un clásico café de los años 20 donde podías vivir cualquier vestigio histórico
solo con ver su decoración. Callejeamos y nos alejamos con la intención de ver
el Museo de Artes Decorativas, el cual no pudimos visitar porqué está en obras,
pero el edificio prometía ser espectacular. Nos adentramos en sus callejuelas
hasta la orilla del río, para terminar en el puente de las cadenas y vuelta a
nuestro hotel que caía el frío y la noche. Salimos a pasear para ver las plazas
de los mercadillos en animada concurrencia nocturna, con el espectáculo de
luces contra las paredes de los edificios emblemáticos, una maravilla para los
sentidos trasladándonos al mejor espíritu navideño.
Cenamos en un italiano,
Gustolato y a dormir.
Curiosamente
nos llamó la atención la cantidad de restaurantes, pero la ausencia de negocios
de tiendas, un atisbo de la intención del país de salir de su arraigada
política y pasados años conflictivos, donde aún el capitalismo intenta entrar
si lograrlo del todo. Una lástima para su económica, ya que el turista tiene
pocas opciones de gastar en tiendas lo que ayudaría. Turismo tienen, y la
ciudad es una maravilla en todos los sentidos.
Día 2
Cogimos
la avenida Andrássy, desayunamos en un café precioso, el Artis Café y la
paseamos entera viendo sus tiendas de alta costura y sus maravillosos palacios,
muchos de ellos hoy embajadas. Nos llamaba la atención la poca gente que se
veía, una ciudad muy tranquila a lo que no estamos acostumbrados.
Llegamos
a la fastuosa Plaza de los Héroes, donde además una preciosa pista de hielo nos
completó la maravillosa estampa navideña.
Visitamos ese castillo medio mentira
pero de ensueño que es Vajdahunyad y los baños de Széchenyi.
Nos
gusta pasearnos las ciudades, independientemente de sus distancias, es el mejor
modo de conocer su vida y de entender su cultura. Unos barrios tradicionales,
con puestos característicos de los años 80 en España nos dan fe de una época
que quedó atrás para algunos y en al que otros aún se encuentran inmersos.
Fuimos
hasta el Fiume Graveyard Road, un
cementerio majestuoso y lleno de tenebrosa paz.
Volvimos al centro para
adentrarnos en el barrio judío y entrar en la Gran Sinagoga. Una experiencia
única, donde la guía en español nos habló de la historia del gueto judío en
Budapest, y donde uno puede sentir en primera persona la crueldad humana por
fines políticos nada nobles. Una experiencia única y 100% recomendable, donde
el árbol de la vida nos acompaña a la puerta siempre que juremos no olvidar ese
retazo de historia.
La
tarde nos dio para descansar y volvernos a adentrar en sus callejuelas más
autenticas para encontrar calles
como Kiraly que atraviesan manzanas de edificios llenas de restaurantes y bares
para disfrutar de la noche.
Nos
acercamos hasta Szimpla Kert, el más famoso de los ruin pub, tan famosos y
curiosos de la noche de Budapest. Tras esta curiosa visita acabamos cenando en
un restaurante judío Macesz Bistro, donde comimos de maravilla por un
maravilloso precio.
Día 3
A
primera hora desayunamos en Espresso Embassy y directos a nuestra visita guiada
al Parlamento, una visita indispensable para conocer la ciudad y el país.
De allí
paseamos hasta el otro lado del puente de las cadenas, para adentrarnos en
Buda, la ciudad elegante y majestuosa al otro lado del río.
Subimos
en funicular hasta el castillo y pudimos entrar a visitar sus dos pinacotecas.
Paseamos por esas callejuelas que casi parecen de época medieval para
refugiarnos de la lluvia en el restaurante Jamies, un italiano donde comimos
por buen precio y abundantes platos. Para luego pasar a visitar la preciosa Iglesia
de Matias, y el maravilloso Bastión de los Pescadores, que guarda un precioso
café en sus entrañas muy recomendable por sus maravillosas vistas. Volvimos
sobre nuestros pasos y dedicamos la tarde a pasear y comprar nuestros
habituales recuerdos navideños.
Esa
noche descubrimos, justo en la calle de nuestro hotel un restaurante
maravillosos, el VakVardju, donde comimos autentica comida húngara y su
ambiente nos enamoró.
Día 4:
Nuestro
ultimo día pero aún teníamos cosas por ver y por comprar. Descubrimos junto a
nuestro hotel un maravilloso Catcafe, con bellezas gatunas, muchos Bosques
noruegos y un delicioso café con tarta que completaba la experiencia.
Nos
quedaba por visitar la Basílica de San Esteban, y la visitamos a fondo,
subiendo incluso a sus torres cuyas espectaculares vistas son algo
imprescindible en la visita a la ciudad.
Compramos nuestros últimos adornos y
regalos navideños, comimos en nuestro recién descubierto restaurante húngaro y
un nuevo taxi nos llevó de vuelta a nuestro aeropuerto.
____
No nos
ha resultado caro bajo ningún aspecto, hemos comido y cenado genial, comprado
regalitos en el mercadillo y entrado a todo aquello que nos ha interesado. Una ciudad preciosa cargada de historia
que hay que conocer. No hicimos juegos de escape, aunque nacieran allí, nos dio un poco de miedo,
casi todos los que vimos estaban en sótanos que invitaban poco a visitarlos.
Sabemos que es la cuna de los escape room, pero nos acorbadamos. Decir que sin
la parte navideña creo que a la ciudad le falta algo de vida, pienso que debe
ser una ciudad para visitar en Navidad o en verano, como os digo le falta
oferta de ocio, que no cultural, para completar la experiencia viajera del
turista. Eso si viven tradicionalmente la navidad que es lo que nosotros íbamos buscando.
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