miércoles, 30 de enero de 2013

Madrid, 30 de enero 1891

Primero de todo me voy a presentar, mi nombre es María Isabel Santos,  vivo en la calle Arrieta, en un precioso edificio recién acabado.

Hoy tengo el día liadísimo, pero por fin, tras días de oscuridad, ha amanecido luminoso y soleado, seguramente el frío sea igual de intenso, aunque en casa con la chimenea apenas se aprecia.
Os comentaba que hoy no pararé, hace diez días recibimos por escrito una invitación del Marqués de la  Vega-Inclán, y a mi marido le ha parecido imprescindible ir, esa misma tarde le contestó, pues no quisiera dios que nos demoráramos, que como dicen las normas no debían pasar más de 24 horas.
Ya he llamado a la peluquera, y en breve esta casa estará llena de gente, debo arreglarme y vestirme para estar a la hora adecuada en la calle San Mateo, 13.  Ahora me toca elegir el vestido, primero hacer memoria para no repetir, y así evitar ser el tema de conversación de todas las meriendas madrileñas. Por fin he terminado, ya estoy preparada, aunque hace frío no pienso cubrirme la cabeza, pues sino luego me debería retocar el peinado y no quiero que venga la peluquera, pasaré un poquito de frío. A las 12:30 ha llegado el coche de caballos, creo que vamos bien de tiempo, hoy no deberemos hacer correr al cochero, seguramente deberemos dar un par de vueltas para hacer tiempo, pues por nada del mundo quisiera llegar antes de la hora prevista, y encontrarme la casa patas arriba. Tampoco tarde, imagina que vergüenza, interrumpir las conversaciones de una comida ya empezada. No, esta vez llegaremos como mandan las costumbres.

En el piso de entrada de la casa del Marqués se puede oír un gran barullo, imagino todo el trajín que debe haber en estos momentos en la cocina, aunque claro esta debe encontrarse tras el patio para no molestarnos durante la comida, y por qué al fin y al cabo lo cierto es que no hay cocina que pueda estar en otro piso, pues imaginaros como accederían al agua.

La subida a la planta noble es muy acogedora, es la segunda vez que estoy en esta casa, y siempre me sorprende su amplitud, y el buen gusto del Marqués para elegir las piezas de decoración, hay verdaderas joyas artísticas. La primera vez que vine estábamos invitados a un baile, y la entrada fue preciosa con una música perfecta que envolvía todo el edificio y que salía del balcón que da a la escalera, un detalle perfectamente medido por el dueño, que hay que reconocer, está en todo.

Hoy hemos llegado a hora, parece que ya estamos todos y en la antesala comienza el aperitivo, bien regado con un jerez fabuloso. He de hacer mención al servicio y a la cristalería, todo perfecto y de gran calidad. No somos un gran grupo, menos mal porqué el salón de gala del Marqués no es muy amplio y no quisiera estar enlatada; siempre me he preguntado si el Marqués y su familia comerán en esta sala, ¿o dispondrán de otra salita donde harán la comida de diario? Hoy estaremos como dicta el protocolo: cómodos y bien servidos. Pasamos al salón, y como es una preciosa mesa imperial la que tiene el marqués, él se colocará en el lado izquierdo controlando las entradas, y parece que a mi me toca enfrente-( al menos mi nombre sale en la minuta de esa posición)-, no es mal sitio, pues el Marqués es de agradable conversación, no como otros que gracias a dios se me sientan lejos, pues el Conde del Arenal es bien conocido por su gorronería, lo único bueno que tiene es que según baje la taza del café desaparecerá de nuestra vista, pero claro no sin antes habernos dado la comida, comiendo como si se terminara el mundo, y descuidando los modales en la mesa, es muy propenso a gritar o a cuchichear, y nunca guarda las formas, pero en fin…


Nos han servido perfectamente, en la mesa auxiliar había en un verdadero despliegue de cristalería, porcelanas y platería, todo lo necesario para servir la que ha sido una gran comida. Servidos a la rusa, cosa que creo que es una mejora para nuestros convites, porque cuando se hacía a la francesa, con todas las bandejas en la mesa la comida caliente se enfriaba; así saliendo los platos poco a poco está mucho más sabroso todo.

El marqués ha elegido unos vinos perfectos, hemos empezado por un Burdeos riquísimo, y luego un vino del Rhin delicioso, veremos ahora que hemos tomado el “ponche a la romana” para cambiar de sabores, con que nos sorprende el asador, pues creo que es un Surtout, es decir una sorpresa de esas deliciosas con las que nos deleita el marqués. Nos han puesto una carne exquisita junto a una ensalada real. He olvidado comentar la preciosa decoración del salón donde hemos estado, en las paredes bodegones del siglo XVII, lámparas de cristal de la Granja, y una chimenea dando calor al entorno. La mantelería adamascada es delicadísima, y evidentemente la vajilla elegida es lo mejor que tiene el marqués, se ve que está haciendo su labor de anfitrión a la perfección, no podemos poner ninguna queja. El champagne servido con la carne ha estado estupendo, luego los dulces magníficos, pues el pastelero del Marqués es el mejor de Madrid, sus dineros le cuestan.

Y el jefe de salón nos ha indicado que procedíamos al café, otra costumbre que me encanta y que indica el final de la comida. Ha sido una comida muy cordial, sin la molestia de los infantes, que como mandan las normas están en sus habitaciones para no molestar a los adultos, aunque he de decir, que dado que Dios no me ha dado hijos, este protocolo tan estricto me priva de poder disfrutar de los pequeños de mis amistades.
Evidentemente el Conde del Arenal ha salido como alma que lleva el diablo, alegando compromisos ineludibles, los hombres han pasado a la sala de fumadores, a “echar el cigarro”, y las damas hemos tomado el café entre cotilleos, cosa que en la mesa no debemos hacer, ni hablar de política o religión, cuestiones que no son adecuadas para crear climas cordiales.
Como ha ido avanzando la tarde, han servido la merienda, y hemos alcanzado las 9 de la noche por lo que nos han servido también la cena, yo me hubiera ido ya, pero mi marido ha estimado que era imprescindible quedarse, pues muchos negocios estaban en juego y hay que comportarse con el Marqués por los intereses compartidos. Por fin hemos salido de la casa, no sin antes mencionar que haremos la “visita de digestión” en unos 8 días, para así seguir nuestras buenas relaciones con el agradable Marqués, al cual siempre es una delicia visitar.

Y antes de acostarme quiero cerrar el día con dos citas que se me vienen a la mente que creo que casan perfectamente con la jornada que hoy he vivido.

La primera es del gran Galdos, en su obra Torquemada en el Purgatorio dice:

"me cuesta 40 duros al mes sin contar lo que sisa, que es una millonada. "

Supongo que sabréis que se refiere al cocinero, pues en el Madrid de estos días, la competitividad por tener el mejor cocinero es una verdadera guerra.
Y la otra, para finalizar, del estupendo Mariano de Rementería y Fica en su “Manual del cocinero”, ¡qué haríamos sin él y sus escritos!
“En todas se dice que se necesita que concurran 4 personas: un pródigo para el aceite, un avaro para el vinagre, un prudente para la sal, y un tonto para menearla” 
Y esta vez no os digo de qué habla, darle un poco a la cabeza.
Buenas noches

1 comentario:

Museo del Romanticismo dijo...

Estimada María Isabel,

En nombre del Marqués de la Vega-Inclán le agradecemos enormemente que haya aceptado su invitación. Nos ha complacido mucho leer su crónica y saber que ha disfrutado de su visita, pues ya sabe usted qué difícil es en estos tiempos que corren, tan exigentes con el protocolo, organizar con éxito un evento para tan ilustres invitados.

Esperamos volver a contar con el placer de su compañía próximamente.

Reciba un afectuoso saludo

:)