domingo, 2 de noviembre de 2008

Mi Ciudad




Yo adoro mi ciudad, me da más de lo que yo le doy a ella. Hay muchos momentos en los que disfruto de mi ciudad, pero los que más me gustan son aquellos días cuando está entrando la primavera, o cuando se está escapando el verano, que hace sol, pero no excesivo calor. A primera hora de la mañana en la zona que vivo, el centro las calles están vacías, recién regadas, y se puede pasear como si casi estuvieras solo, la ciudad aun se está desperezando, y las luces inciden en los edificios concediéndoles una magia especial.
Si podéis aprovechar la mañana os recomiendo empezar por la zona del barrio de Latina, pasear por sus callejuelas hasta desembocar en la calle mayor, llegando a Sol, y bajando al Paseo del prado por la Carrera San Jerónimo. Si además no habéis desayunado cualquier café o tabernilla de la zona de la plaza mayor os deleitara con un café humeante.

De tal modo a media mañana estaréis en la zona de los Museos, y como aun os queda tiempo deberéis entrar en el Museo del Prado y admirarlo en todo su esplendor. El museo del Prado es una de las maravillas que tiene nuestro país, y pasear por sus salas, escuchar los murmullos de los turistas, o pararse ante un Goya o un Velázquez para descubrir sus mas recónditos secretos es algo que solo los que vivimos aquí podemos admirar. El Prado no se abarca en una mañana, se debe de hacer una buena selección y en un par de horas deberemos haber salido de allí, pues sino acabaríamos saturados. Como ya es la hora de comer, y tras esta sesión de trabajo para nuestros sentidos podemos coger cualquiera de las calles que están detrás del Hotel Palace, lleno de bares típicos y antiguos, que nos darán de comer fenomenalmente mientras nuestros pies recuperan el resuello.

Tras el descanso seguiremos ascendiendo por el barrio de las Letras, y especialmente por la calle Huertas y nos podremos sentar a tomar un buen café o una buena cerveza en la madrileña plaza de Santa Ana. Y entonces enfilaremos la tardee desde la Puerta del Sol, para ir caminando por la calle arenal, y poder hacer algunas pequeñas paradas de índole religioso, donde nuestra vista se deleite con arquitecturas religiosas que solo el Madrid monárquico supo crear. Pararemos así en la Iglesia de San Gines o en el Precioso convento de las Descalzas. Y así llegaremos a Opera y antes de deslumbrarnos con la belleza regia, daremos un rodeo hasta la Plaza de la Encarnación, cuyo convento es una de las maravillas de nuestra ciudad y donde se respira paz y tranquilidad en el centro de la urbe mas grande del país. Y tras este paseo, podemos ir entrando entre jardines a la Plaza de Oriente , donde un Felipe IV a caballo nos recibe efusivamente. Y desde allí, parados frente al Palacio Real podremos sentarnos a deleitarnos con esta magnifica obra que en el siglo XVIII la monarquía nos regaló. Podremos acercarnos hasta la plaza de armas para ver la puesta de sol, y caminar por donde la historia ha ido dejando su huella. Como volveremos a estar agotados, en la misma plaza podremos sentarnos en unas terrazas elegantes a tomar una caña, mientras asimilamos la grandeza de lo que hemos visto.

A estas alturas del día el cansancio nos dejara cenar ago y volvernos a casa para dormir, y guardar a buen recaudo los recuerdos de un buen día.

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