jueves, 6 de septiembre de 2012

El Museo Romántico de Madrid



Los amantes del arte, la historia  y la literatura tienen una cita en pleno corazón madrileño. En la calle San Mateo, nº 13 se encuentra el Museo del Romanticismo , situado en una antiguo palacio neoclásico construido en 1776.  Dicho edificio fue transformándose a lo largo de los siglos, manteniendo sus estructuras originales, hasta llegar al que hoy podemos observar. Unas fachadas austeras no hacen verdadero honor al esplendor que podremos observar en su interior.
Hoy encontramos entre sus muros una recreación de lo que debió ser una vivienda burguesa en el siglo XIX. Un momento en el que el concepto de vivienda se estaba transformando, cuando la sociedad comenzaba a vivir en pisos y abandonaba el tradicional y costoso palacete.
Nos da la bienvenida un espacioso zaguan desde el que arranca una amplia escalera que nos lleva hasta la planta noble del palacio. En la subida observamos un bonito balcón donde los músicos se situaban para amenizar las veladas y así, según subían los invitados eran acogidos con bellas melodías. La alta sociedad que acudía a estos bailes de gala  pretendía proyectar en sus viviendas el alcance de su poder a través del mobiliario, de las obras de arte o de las bellas decoraciones.

Y es en esta planta noble donde comienza la lección de historia, o las salas expositivas del museo. Con un discurso museográfico medido, el recorrido por este museo no sólo nos deleitará la vista sino que nos adentrará paulatinamente por diversos pasajes de la historia.
El recorrido por el movimiento romántico, que abarcó un breve espacio de tiempo pero que fue prolifero en pasajes históricos y  creaciones artísticas, intenta dar fe de un momento de nuestra historia común a todos los países europeos e imprescindible para entender el desarrollo de nuestra actual sociedad.
Nos acoge un vestíbulo donde el discurso narrativo dominante es la infancia de la Reina Isabel II, para darnos paso a otra sala donde la reina, ya regente,  sigue siendo la protagonista. De manera anecdótica resaltaremos una pieza realizada en barro, donde de manera cómica ha sido representada la Reina montada en un burro, cuya figura animal representaría a la sociedad española oprimida por el peso de la regencia isabelina, y angustiada por los altos impuestos que mantuvo durante su reinado; el único modo posible para mantener su costoso ritmo de vida. En esta sala comprobaremos además, como la pintura se utilizaba como método publicitario, para ensalzar el poder de la figura retratada.
Siguiendo el recorrido accederemos al bello salón de baile, que en este caso era de dimensiones reducidas. Además de la belleza de sus engalanes, destaca la presencia de un bello sillón circular llamado Borne, donde las mujeres se sentaban a reposar entre baile y baile y que estaba acondicionado para acoger los abultados vestidos de la moda de la época.
Continuaremos la visita por la sala de Batallas-,donde un original y exclusivo piano Jirafa armoniza el ambiente-, proseguimos por una serie de salas costumbristas cuya decoración nos da fe del ambiente de la sociedad más humilde. De entre estas salas merecen ser destacadas las Litofanias, unas placas de porcelana de tan solo una cochura, que deben ser vistas al trasluz para poder deleitarse con las figuras proyectadas. Pocos ejemplos podremos encontrar en España de esta maravillosa técnica, antecedente clara del cine, y novedosa entre los museos españoles. También deberemos resaltar unas pequeñas maderas colgadas en las paredes, donde se dejaban las tarjetas de visita. El uso de estas tarjetas era común, se utilizaban cuando al ir de visita a alguna casa no se encontraban los dueños, y era una manera de comunicar que habían ido a visitarles.
Tras esta sala pasaremos a  las estancias menos nobles de la vivienda: en primer lugar un aseo,  donde vemos un vater elegante cuyo parte inferior esta cerrada con llave, la cual solo la tenía un sirviente en concreto, el único autorizado a retirar las deposiciones del señor. Y en segundo lugar un precioso comedor perfectamente habilitado donde solo falta que se sienten los comensales.
Entre estas salas y la zona de vida femenina e infantil se accede a un pequeño oratorio, presente en todas las casas, indispensable dentro de una sociedad católica; con una bella obra de Francisco de Goya, Gregorio Magno.
Se prosigue por las habitaciones infantiles, donde hay juguetes de madera, muñecas de porcelana, y muchos retratos infantiles. Estos últimos eran muy comunes en aquellos años, debido a la alta mortalidad infantil, era costumbre tener retratos de los infantes fallecidos para que siguieran presentes en la familia. Las salas infantiles son también los espacios femeninos, por eso veremos en estas salas los preciosos y originales carnets de baile. Dichos carnets eran usados en los bailes de época para que los caballeros pudieran irse apuntando en la lista de las fémina para tener su turno en el baile.
Tras estas salas de vida más intima se pasa a las estancias masculinas, mas sobrias en su decoración y con carácter más social. Son en estas salas donde encontraremos las famosas pistolas de Larra, símbolo del espíritu romántico; y  algunas de las sátiras de Alenza, donde el anhelado suicidio está presente. El visitante podrá continuar por la Sala de fumadores con rasgos orientales, y gabinetes con diversos tipos de sillones para hacer más cómoda la estancia. Al final del recorrido el dormitorio del caballero, y una sala indispensable , la sala del Billar. En este caso el billar presente es una excelente pieza del afamado fabricante  del momento Francisco Amorós.

No  podremos acabar el recorrido sin ver la estufa o Serre, una estancia característica de estas viviendas, con mucha luz y cristaleras, donde a modo de invernadero se cuidaban las plantas, afición muy común durante el Romanticismo.

Y así finalizaremos la visita, no sin antes ver la sala didáctica con el Teatrino, donde una cámara oscura proyecta una vivienda de la época. Mirando a través de unos balcones ficticios veremos las habitaciones de la casa, y a los habitantes desarrollando sus actividades cotidianas.

Como habremos acabado cansados os aconsejo hacer una visita al Café del Jardín, aprovechando el precioso patio del palacete, el Museo ha sabido utilizar el espacio para crear un entorno agradable y correctamente ambientado donde el visitante se verá transportado al elegante siglo XIX.

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