Roma. Naturaleza e Ideal (Paisajes 1600-1650)
5 de julio - 25 de septiembre 2011
Organizada por el Museo Nacional del Prado, la Rmn-Grand Palais (París), y el Musée du Louvre, Paris
Comisariada por Andrés Úbeda de los Cobos, Jefe de Conservación de Pintura Italiana y Francesa, Museo Nacional del Prado
Claudio de Lorena
Hasta finales del siglo XVI, los paisajes fueron considerados un género menor por parte de los teóricos del arte y en ocasiones fue tratado como una especialidad relegada a los pintores que llegaron a Italia desde el norte de Europa. En Roma coincidieron diferentes tradiciones que durante el siglo XVI habían constituido las tendencias más significativas de este género pictórico: los paisajes arqueológicos de Polidoro da Caravaggio y Rafael, así como los fondos más naturalistas y poéticos de obras de Giorgione o Tiziano, que algunos de los grandes coleccionistas romanos mostraban con orgullo.
Fue Aníbal Carracci quien elaboró el prototipo del paisaje armónicamente estructurado, que a finales del siglo XVII mereció el calificativo de clásico. El ejemplo de Carracci fue posteriormente desarrollado por sus discípulos boloñeses, como Domenichino o Francesco Albani, quienes enriquecieron el género con referencias literarias. Paul Bril, por otro lado, aportó la creación de variantes como el paisaje marino, pequeñas escenas de género o paisajes con topografía precisa. De esta manera, él y otros artistas procedentes de Amberes, como Jan Brueghel o Sébastien Vrancx, modernizaron en Roma la tradición de la pintura de Amberes del siglo XVI a través del contacto con el paisaje italiano.
Otro factor importante en el desarrollo de la pintura de paisaje reside en la presencia en Roma entre 1610 y 1620 del alemán Adam Elsheimer, quien introdujo en sus paisajes pequeños personajes y otros aspectos como referencias literarias, así como la tensión dramática propia de los grandes cuadros de historia. Su pasión por los efectos atmosféricos y las variaciones lumínicas constituyen un antecedente importante para el paisaje naturalista de Bartholomeus Breenbergh, Cornelis van Poelenburgh y Filippo Napoletano, que inspiraron también a pintores como Carlo Saraceni y Orazio Gentileschi, todos ellos presentes en la exposición a través de obras imprescindibles en sus respectivos catálogos.
Especial importancia tienen las dos secciones dedicadas respectivamente a Claudio de Lorena y a Nicolas Poussin, los dos máximos representantes del Género, cuyas obras respectivas permiten el paso definitivo de género menor, a una pintura de prestigio reconocido, dotada de características específicas que señalan su singularidad como género. Junto a ellos se expondrán piezas de otros pintores franceses como Jean Lemaire, quien rápidamente fue valorado en el mercado del arte por sus perspectivas arqueologizantes, o Gaspard Dughet, cuyas ensoñaciones románticas causaron un fuerte impacto en futuros paisajistas, como Courbet.
Una visión de Roma, y sus paisajes a través del barroco, más renacentista y más barroquista, acabando con las preciosas obras de Lorena o Poussin, especial interés la obra del Caballero de Arpino, y de Carracci, en general armónica, y en particular alguna que otra obra impresionante.
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